Parece más de lo mismo, pero es lo nunca visto.
Mi primo dice que soy muy listo. Que llevo diez años vendiendo tierra.
Y tiene razón. No solo tierra —también semillas, cartón y materiales naturales—, pero le entiendo.
Cuando llegan las fechas en las que todo el mundo regala, no es tanto el valor del obsequio como el valor del gesto. La importancia está en las pequeñas cosas, que no son para nada insignificantes.
Estas granadas ecológicas de un amigo en Elche y las mandarinas del huerto de mi suegro en Castellón son solo un detalle. Pero detrás de cada una hay tiempo, cuidados, creatividad y respeto por la tierra. Y eso es exactamente lo que cuenta.

